miércoles, 29 de agosto de 2007

Erotismo en la política


Lo que tiene de bueno el ejercicio del poder es que uno se aquerencia en él. Si uno ya lo posee y no tiene que disputarlo, advertirá que amainan en su espíritu ciertas turbulentas ansiedades. El poder es voluptuoso y su ejercicio es tan excitante que uno se vuelve sedentario en ese predominio por sobre congéneres y semejantes, integren éstos una comunidad, una manada, un cardumen o un hato de barras del fútbol. En cualquiera de los estratos de la vida en sociedad, un mandamás parece necesario, qué le vamos a hacer.

En política, lo que tiene de malo el ejercicio del poder es que uno, de puro posesivo, se transforma en lujurioso glotón de voluntades populares, ávido de más raciones de tan fantástico manjar. Los hombres públicos de la Ciudad suelen dar cuenta del placer libidinoso que depara la exacerbada ambición. No pasa lo mismo en el reino animal: el león se revela satisfecho y no aspira a más cuando reúne un harén en número suficiente para garantizar la preñez de cada una de sus concubinas. La abeja reina sacrifica al zángano de su marido en el vuelo nupcial y si luego goza de regalada vida burguesa es porque dotará a la colmena de más clase obrera. No hay abejas bloqueadoras o comités del paro, ya que el maleficio del desempleo, fuente de miseria y delito, es privativo del hombre.

La proclividad al goce del poder desmedido, disfrutado sin pudor y hasta que las velas no ardan, forma parte de las tradiciones canónicas del sindicalismo vernáculo, y del institucionalismo de a dólar y promete extender sus prerrogativas.

A la tracalada de gobernadores que ansían extender en espacio y tiempo sus abnegados servicios a la patria, para así revalidar su condición de sex-symbols del poder, se agregan los cívicos "no políticos" ya habilitados mediaticamente para postularse algún momento "con la piel de no políticos" para explorar una maraña leguleya para fundamentar su propósito de permanecer un período más al comando de pelea.

La ciudadanía extremadamente dócil, admite frívola las interpretaciones para dejarse toquetear, sumisa y resignada, cuando la sensualidad del poder le impone ese sometimiento, esa humillación, un paro una marcha un bloqueo no importa el lado.

Todo induce a sospechar que los espectáculos de erotismo político son propios de las democracias casquivanas.


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Luis Fernando Vía Cavero
Consultor en Comunicaciones

1 comentario:

zul dijo...

ESTE ESCRITO FUE ESCRITO HACE TIEMPO PERO ME FLASHEO, ESO DEL EROTISMO POLÍTICO, VIVIR EL MOMENTO Y HASTA CATALOGAR DE GORILAS CUANDO EL DESENFADO FRENTE A LA DESIDIA POPULAR NO TIENE NOMBRE:::