Juan José Anaya Giorgis
Guste o no, los seres humanos crecen a la sombra de viejas historias y se aferran a la memoria de sus ancestros como si aquella fuera la suya, entonces las tradiciones religiosas, culturales, etc. resisten al curso de incontables generaciones y, aunque sus significados nunca son los mismos, es indudable que se producen dramáticos cataclismos a escala espiritual cuando un pueblo impone a otro su propia visión del mundo y le conquista. Momento ese donde se inicia una relación de mentiras y engaño, al final, la soberbia del conquistador cae derrotada frente al vencido que simula obedecerlo y creer todo lo dicho por aquel.
Pero no siempre se asimilan patrones culturales de otros pueblos por efecto de la conquista o traumas semejantes, la buena vecindad y el paso de las caravanas que traen cosas de aquí y allí, irremediablemente acarrean a la mezcla y el mestizaje, además, ningún conquistador es impermeable al influjo cultural de las naciones sometidas, por el contrario, la experiencia nos muestra que “la fisionomía” de los conquistadores más hábiles, como los romanos o los incas, se fue formando por efecto de una suerte de espejo que refleja los “hábitos y costumbres” de los sometidos.
Otras veces olvidamos por completo los preceptos de la tradición y la cultura se “reconstruye” de acuerdo a lo que queremos ser o lo que creemos que somos y hemos perdido, etc. Sin duda, las generaciones que logran introducir ese tipo de giros a la cultura son muy afortunadas y brillantes. Al respecto, me propongo narrar algunas experiencias que ilustran partes de los procesos de creación cultural para los casos mencionados en el presente y predecesores párrafos.
Como ya se sabe, el renacimiento europeo (cuyos albores alcanzan al siglo XV y se manifiestan prácticamente en todos los campos de la actividad humana), utilizó a la tradición cristiana como un instrumento para introducir otros “mensajes” que iban mucho más allá de la anécdota bíblica, se trataba entonces de mostrar la belleza del cuerpo, las diversas facetas nunca completamente entendidas de la naturaleza humana, los sentimientos ambivalentes, etc. Así, en un sentido, el renacimiento europeo fue un resurgir de aquella magnifica tradición floreciente de la Grecia antigua, pero matizada con las nuevas realidades, como la hegemonía generada por la Iglesia Católica.
En el museo del Prado (el de España) se exhibe casi al principio del recorrido una pintura del renacimiento temprano llamada “el sacrificio de Abraham” cuyo autor es anónimo (lamentablemente). Sin embargo, el cuadro, a diferencia de lo que alguno podría esperar, no pretende reflejar la conocida e inquebrantable “fe” de Abraham, sino el conflicto del padre, que por orden de Dios, debe asesinar a su propio hijo, éste, yace semi desnudo en el suelo, boca abajo, mudo y las manos sujetas en la espalda, Abraham, incapaz de contradecir la orden del Supremo, erige en lo alto el afilado sable, listo para consumar el acto, pero con el rostro desgarrado, parece vacilar. No importa. Un ángel divino y vigoroso baja presuroso a detenerlo ¡no lo mates! (tal cual indica el Viejo Testamento) y el efecto conjugado de los tres personajes, además de ser conmovedor, trasciende con nuevas sensaciones la vetusta historia de la fe ejemplar de Abraham.
En otro contexto, muy lejos de Europa, el mismo pasaje bíblico fue pintado por un autor indígena, anónimo y oriundo del altiplano altoperuano. Pero aunque se trata del mismo pasaje, la representación es totalmente opuesta a la de su colega europeo, solo en una cosa se parecen, ambos eluden la voluntad del cura. Aquí el hijo yace también en postura semejante, Abraham, en cambio, va a matarlo con arma de fuego, sin dudar, pero en eso, baja el ángel, que en este caso, se trata de un niño pequeño que desciende desnudo y, como quien juega, orina sobre la mecha del trabuco que Abraham está a punto de tirar inflamado en ira para consumar la voluntad de Dios.
Cuanta belleza y exquisita ironía nos ha legado nuestra tradición del barroco mestizo, tan diferente al Europeo y plagada de mensajes rebeldes contra la cultura occidental e introducidos clandestinamente a pesar de la voluntad del conquistador.
Esa etapa de resistencia cultural, parece ya haber pasado hace mucho, toca ahora una nueva fase de reconstrucción cultural en base a lo que queremos ser...y lo digo sinceramente, es una lástima, de todas las formas posibles de reinvención, el groso de los artistas opta por la más mediocre: nueva redición del arte costumbrista y pastoril.
1 comentario:
Buen artículo. Sin duda la última frase "el groso de los artistas opta por la más mediocre: nueva redición del arte costumbrista y pastoril" es un tanto extraña, ambigua y, cuando menos, controversial.
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